miércoles, 30 de septiembre de 2009

Creo que me rompo,

copio esto de mi diario, entrada de hace 20 minutos.
No puedo poner en palabras más que para y por ari.
Sólo con él no me averguenzo de mí misma.
Hablé de la deuda para conmigo misma por la humanidad.
Hablé del gran ser viviente que todos (juntos) somos, y somos mal y según el profe Baca Gaia nos va a echar, como cuando "cortas por lo sano", qué tan enfermo e irreparable podés estar. Es algo tan insano.
los lazos que nunca existieron, los brazos que nunca se extendieron, el mal que hiciste, humano sin saberlo, como uno, como otro y por no saberlo.
Soy otra persona hoy, y otra y otra
Lo que no pudiste ser
No se habla de reencarnación pero de incarnación, las cosas de carne propia.
Las cosas que te pegaste, de verlas, las identidades y vidas que tomaste.
Las cosas de las cuáles te responsabilizaste que no valen nada porque hay otras de las cuáles no te responsabilizaste.
El resultante cinismo lastímero
y los pozos de los cuáles brota sangre
y de sangre sola hablo.
Enterrando no se vive.
No es vida, no es vida eso y mucho más se puede.
Es lo único que en este momento me provoca.
Pero pensando más y más grande, como en la segunda ley de termodinámica, la entropía aumenta hacia afuera. y la integración se come viva cada vez más cosas.
El desorden y la desolación viven
Combatir es un esfuerzo fútil
Siempre espero algo o a alguien más grande y así eso va en contra de lo que creo, o quiero creer (o tengo que)
Quizás hay que hacerme más pequeña pero tengo miedo de que me trague viva, ¿Desaparecer?
Quizás le tengo miedo a desaparecer si no me imprimo sobre todo lo que llego a conocer. Como Dios.
Es una desolación deífica
Así que llevo el mal cada vez más lejos conmigo, a mayor escala.
Saberlo y no conocerlo no lleva a nada, o dominarlo. Es como evitarlo. Mirarlo y no pensarlo a conciencia, cada vez a mayor conciencia.
Quiero logro escapar de nuevo.
Y vuelvo y quiero ser la misma y no puedo

martes, 1 de septiembre de 2009

El Arte de vivir.

Estoy algo así como con la energía que me es necesaria para poder obligarme a bloggear. Y quiero hacerlo, a pesar de sentir que este tipo de formato tiene la tendencia de destrozar mi compostura.

El arte está en lo que saco a la luz con esto. El método en la contemplación anti(más)métodica por sí misma. La gracia en el hecho de que me cuesta, como también en las ganas que vienen de a olas, impulsos de reprimir estos otros impulsos mismos de cosas que se supone que uno "no quiere", que muchas veces son confundidas por uno mismo y por seres enajenadores como impulsos de represión y vida insincera cuando, con tiempo y paciencia, traen a luz a lo que ellos mismos respectan.

Manifestarse, especialmente para carácteres deseosos de ser, se convierte en una ambición que pesa, y se nota.
El menor fracaso se amplifica millones de veces sobre uno y los demás, pero uno lo procesa, aprende a procesarlo, es la vida del artista contemplativo. El arte de vivir. El peso de vivir que uno siente y no puede dejar de querer sentir. Como un Ateo tratando de ver a Dios. Que nivela las cosas de cierta manera y toma elecciones que hacen que se contraiga, y no pueda ver cosas que supuestamente incluye en sí mismo.

Estoy cada vez adjudicandole más tiempo y más espacio a este tipo de contemplación que veo está volviendose cada vez en algo más productivo, más multiforme abarcativo de la materia. Estoy adjudicandole más tiempo a la contemplación y a la inmediata correspondencia en vida.
Entonces pesa menos, sólo por el hecho de que uno se dedica más. Es increíblemente simple verlo del otro lado, al verlo manifestarse. Como en la historia o la ficción, la capacidad de concentración y contemplación en la realidad es tocada, estimulada, y se vuelve también perfecta. Simétrica. Decidida. Uno siempre puede dedicarse más, va de a ciclos pero avanza. Y cada uno de los estadíos del ciclo está y es perfectamente ubicado, y avanza, pero el que tiene que avanzar con ello es también uno, y aprender a dejarse libre del estancamiento y la enajenación.

Esto es válido porque me cuesta decirlo. Todo esto es válido porque me cuesta no reprimirlo. Aunque sea para uno mismo, por uno mismo, uno tiene que aprender a darse el espacio para decidirlo. Y en este caso, estoy tratando de validarlo, simbólicamente, fuera de mi círculo. Porque lo necesito, porque me doy la libertad, aunque no negligente en su acto y consecuencia (de nuevo, confundido con la represión y la indecisión), de hacerlo, de decidirlo y llevarlo a cabo.
Como cotidianamente uno hace, para vivir más como uno, menos como no-uno.
Y la clave es la contemplación, la necesidad por ella la disciplina, el resultado: fluído decidido, materia vibrante, pensante, electora, consecuente, viviente. El resultado soy yo, somos nosotros.